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Crítica El Espejo: Flores, té y una alegoría carrolliana



La obra, producida por La Melicheria Producciones, podrá verse el próximo viernes 20 de septiembre en el Teatro de las Aguas de Madrid


Si os preguntara, ¿cuál es vuestro País de las Maravillas? Unos diríais, con rotundidad, un estadio de fútbol o un concierto al aire libre. En cambio, otros, al igual que yo, nos decantamos por una sala de cine, un museo repleto de cuadros o una biblioteca cuyos libros son tantos, que no entran en la estantería sino apilados en el suelo o guardados en cajas. Bohemiadas a parte, lugares de ensueño, de pura emoción, donde reímos, lloramos, nos enfadamos, gritamos y vivimos sobre todo algunos de los momentazos de nuestra vida. En efecto, sitios para “perder la cabeza” sin necesidad de que nos la corten. Lewis Carroll, más escritor que sombrerero, señalaba que “a veces, sólo había que pintar las rosas de rojo” o ser como Alicia y seguir las huellas de un conejo. El TEATRO es una madriguera, en la cual sabemos que si abrimos los ojos, TODO se transforma en obtusa realidad. Gatos sonrientes, veladas infinitas de té, batallas encarnizadas entre cartas y figuras de ajedrez, los artistas están mal de la chaveta, pero un secreto: ¡las mejores personas lo están! Si la locura es felicidad, ¡me declaró loco de los musicales, los espectáculos y las obras teatrales!


Septiembre, y Madrid se llena de producciones por doquier. Caminamos siempre por las baldosas amarillas de la Gran Vía, aunque es otro cuento aparte, por eso, “cada aventura comienza con un primer paso” para conocer rincones nuevos, de pequeñas obras y enormes corazones. Comamos, bebamos, crezcamos, nos encojamos y vibremos por lo que hay tras el telón. O en este caso, detrás de ‘El Espejo’. Producida por La Melicheria Producciones, el gato Cheshire lo describe a la perfección: “no estoy loco. Mi realidad es diferente a la tuya”. Como si fuera una alegoría de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, es desternillante, descorazonadora, alocada, dramática, bella, cargada de humor y de números musicales. Una absoluta LOCURA sobre el escenario de una madriguera del madrileño barrio de La Latina. El próximo viernes 20 se podrá volver a disfrutar en el Teatro de las Aguas, en la calle del mismo nombre. Una oportunidad para no dejar pasar y surcar “lo más off” de la capital (en la jerga de este mundillo, aquellos espectáculos que no forman parte de los grandes circuitos teatrales). A veces los focos y la prensa se olvidan de los barquitos de cáscara de nuez, que por muy minúsculos que sean, tienen cosas que contar: el soñar nos hace a todos iguales. SIEMPRE.



¡Válgame mis orejas y bigotes, qué tarde se nos está haciendo! Obsesionados por el reloj como conejos blancos, el tiempo es oro, de acuerdo al dicho popular, pero, aguarda un poco y concederme unos minutos para que mencione el Teatro de las Aguas, una gazapera, que no dejará con indiferencia a nadie. Aunque mi imaginación vuele de aquí para allá y me lo haya imaginado como un sitio clandestino en su pasado, es un lugar donde se respira en sus pocos metros cuadrados el cariño y la pasión por el arte. Esta obra hace buen uso del espacio, con una escenografía sencilla, en la cuál todos sus elementos, por muy de andar por casa que sean, son determinantes para la trama sobre todo ese espejo, que da nombre a esta producción. Un objeto invisible para los ojos del público, que rompe ‘la cuarta pared’ y nos muestra dos realidades distintas: la verdadera y la ficticia. Reflejos de libertad, de sueños, de cambiar de vida, proyectados sobre los cristales de esta tragicomedia variopinta y cabaretera. El cuidado se ve en los detalles. Bien escogida también la iluminación y la música, a ritmo de Broadway y de canciones icónicas como ‘Cabaret’ o ‘Don't Rain On My Parade’, consiguen que esta sea una experiencia inmersiva y valores los pequeños y desconocidos escenarios de Madrid y de otras ciudades de España y del mundo. No hace falta mucha pomposidad, la calidad se nota cuando el as de corazones está puesto.


En un relato carrolliano, se necesitan personajes “no cuerdos” a la altura de las circunstancias. Julieta Melich, Lola Mandrión y Luis Jimar pueden gritar a viva voz que lo están. Desconocía por completo al reparto y a la compañía, pero gracias a obras como ‘El Espejo’ puedo descubrir historias diferentes y actuaciones interesantes. Me han sorprendido gratamente los intérpretes, sobre todo el dúo femenino, que es el que lleva todo el peso de la función. Bebiendo de la imaginación de Alicia y el onirismo del Sombrero Loco, son el Yin y el Yan: Melich, que canta muy bien, es un criada decidida, fuerte, no le tiembla el pulso y que sueña con ser una artista como decía Concha Velasco, en cambio, Mandrión, su hermana, es temerosa, tranquila, cuidadosa, que ansía libertad y tener la vida de sus amos. En esta lucha de clases, Jimar representa a la alta clase, una señora, de apariencia buena y frágil, pero déspota e histérica, quién aporta el toque de humor al show mientras desea no perder su estatus. El tiempo pasa en un suspiro y cuando termina, te quedas con ganas de más y de saber “¿qué pasó después?” y esto es debido al talento que pisa cada noche las tablas del escenario.


“Una tragicomedia muy poca trágica, con aroma cabaretero, emplatada en un vestidor que más bien sirve para desnudar el alma y acompañada de la cruda y diversa realidad que día a día nos devuelve el espejo”, así se auto describe, dada la redundancia, ‘El Espejo’. Una obra que no dejará indiferente a nadie y en la que el espectador descubrirá la fina línea que separa el teatro de la vida real porque como dice su sinopsis, “el teatro se convierte en la realidad y la realidad en un teatro”. Sed valientes y curiosos como Alicia y seguid los pasos del conejo el próximo viernes 20 de septiembre para adentraros en la conejera de las Aguas. Y si no podéis ese día, ¡seguid atentos! a la página web de este sitio para conocer sus próximas funciones en octubre.

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