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65 | Una escape room cretácica, tensa y predecible


Adam Driver encarna a Mills, un piloto procedente del planeta Somaris que, tras sufrir un accidente espacial, deberá enfrentarse a un planeta desconocido, hostil y plagado de reptiles gigantescos. «65» nos muestra la historia —antes de la existencia terrenal de ese concepto— irregistrable de dos personas que huyeron de un infierno a contrarreloj. 

DOS ÚNICOS SUPERVIVIENTES

El ser humano siempre tiene la tendencia grandiosa de pensar que es único en el mundo. La posibilidad de ser un punto insignificante y mediocre, fruto de la casualidad, al igual que otros plausibles puntos mediocres, es algo más inimaginable. Los directores Scott Beck y Bryan Woods, a través de este relato de ciencia ficción, nos descubren la posibilidad de: ¿y si alguien hubiese presenciado la catástrofe que cambió el transcurso de la vida en la Tierra para siempre? 

Mills (Adam Driver) es un padre de familia que se embarca en una expedición espacial de dos años que pueda pagar el tratamiento de su hija Nevine (Chloe Coleman). En mitad de la expedición, Mills transporta a personas criogenizadas con destino a Somaris, su planeta natal, pero sufre un accidente por colisión de meteoros y acaba en un planeta hostil, que no se encuentra en los registros con los que él cuenta, y siendo él el único superviviente de la colisión. Sin embargo, el registro de la nave muestra señales de vida de una niña: Koa (Ariana Greenblatt). 


A CONTRARRELOJ 

Mills y Koa hablan idiomas distintos y poco a poco tendrán que improvisar métodos de comunicación para hacer posible la supervivencia. Que Koa haya sobrevivido hace que Mills tenga un motivo para seguir adelante, a pesar de que todas las circunstancias son propias de una pesadilla que jamás imaginaría. Aunque la nave quedó en unas condiciones irreparables, aún queda una vía de escape: una lanzadera de emergencia capaz de propulsarse fuera de la atmósfera terrestre. 


Las circunstancias sugieren constantemente que no van a lograr escapar de este planeta y, cuando la tecnología de Mills detecta una serie de meteoritos que caerán en un plazo de 12 horas sobre la superficie, la tensión para el protagonista es aún mayor. El combo entre Driver y Greenblatt, a pesar de que se comunican más a través de emociones e instintos, funciona bien y recuerda a otras producciones que ahora apuestan por un hombre poco emocional —aunque por dentro arda de dolor— con una compañera que apenas está comenzando a vivir y todo lo que presencia es una absoluta desolación. 


DINOSAURIOS, TENSIÓN Y… ¿YA?

Es cierto que la premisa, aunque emocionante para los adeptos de la ciencia ficción y la acción, es bastante predecible y esa tendencia se mantiene durante toda la película. Adam Driver, como repite en otros de sus trabajos más recientes, es la gran estrella de esta cinta: se desenvuelve enfrentándose a todos dinosaurios y te crees que tenga toda esa formación previa hecha en un servicio militar espacial. 

Ariana Greenblatt está resuelta y ayuda al protagonista, no convirtiéndose en un personaje pasivo siempre pendiente al servicio de su cuidador, sino que aquí ambos se manchan las manos por los dos. Puedes ver el potencial de Koa, de quien presupones que sólo es víctima de las circunstancias y que siempre ha tenido una vida tranquila, pero se adapta y emplea bien los recursos que le brinda la naturaleza al igual que Mills. 

También siento que no quiere contarte más de lo que hay: una escape room en modo héroe, con estética cretácica, traumática para los personajes, con muchos dinosaurios, mucha claustrofobia en algún punto, y que finalmente acaba exactamente como te esperas. 

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