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Don’t Worry Darling no es un desastre. Pero tampoco es un rotundo acierto – Crítica de la película



Tanto que ha dado de hablar Don’t Worry Darling – desde los cambios de cast al inicio del rodaje, el romance entre Harry Styles y Olivia Wilde, el drama en Venecia entre Florence Pugh y Olivia Wilde, el supuesto escupitajo de Harry Styles a Chris Pine y seguro que esto no ha terminado… (espero que sí) – puede pasarse por alto que detrás de todo este circo hay una película.


Desde sus primeros anuncios, se ha convertido en una de las más esperadas este año. Parte por todos esos cotilleos, pero mucho más importante e interesante, por tratarse de un thriller distópico urbano rodeado de una enigmática atmósfera con el sello de Olivia Wilde. Don’t Worry Darling no es un desastre, pero tampoco acierta en el tipo de película que quiere ser.


Todo empieza bien

Entramos en ese universo perfecto donde viven Jack (Styles) y Alice (Pugh). Les vemos en su día a día; enamorados, felices – muy felices, demasiado felices para ser cierto (spoiler alert!) – y cómodos con esta vida. Cada mañana, Jack se despierta, desayuna y se va a trabajar en un proyecto top secret del que tampoco sabe mucho. Alice le prepara el desayuno, se asegura de acompañarle hasta el coche y luego se queda limpiando la casa. En una perfecta coreografía, todos los hombres salen juntos a ese trabajo secreto y todas las mujeres se quedan limpiando y disfrutando de los lujos de este misterioso vecindario.

Lo bonito oculta algo oscuro, algo que ya sabemos desde el principio. Don’t Worry Darling va con calma para ir avisando de que algo no va bien. El personaje de Pugh es quien va encontrando detalles que no parecen encajar con todo este mundo y empieza a hacerse preguntas. De repente, la abordan extrañas pesadillas, que van desde un avión estrellándose hasta círculos de sangre con forma de iris hasta bailarinas endemoniadas que le dan sustos. 


Sin mucho problema, la película capta nuestra atención en esta misteriosa y bien llevada construcción de suspense, donde el ritmo acelera, las preguntas crecen y Alice cada vez está más incómoda. A partir de cierto giro, con un descubrimiento algo ambiguo que tampoco llega a resolver ni avanzar nada, es cuando todo empieza a tener cada vez menos sentido.


Lo único que podemos hacer es aliarnos con Pugh para responder a lo poco que podemos aferrarnos hasta, literalmente, el final de la película: ¿Qué está pasando aquí? Es cuando Don’t Worry Darling se vuelve repetitiva usando los mismo recursos para reiniciar la historia con el objetivo de luego ir a más. Un sitio donde tarda en llegar y lo hace a trompicones. El personaje de Pugh ya no sabe que creer y pasa de estar psicótica a “nada de esto es raro, igual me estoy pasando” unas cuantas veces más cuando (por fin) la película avanza y da algo ¿nuevo? No, pero diferente a lo que llevamos viendo durante 45 minutos.


No todo es un desastre

La intriga pasa de ser cómoda a ser insoportable, porque Don’t Worry Darling ya ha sido descifrada hace un buen rato. La película tendrá que acabar en algún momento, pensamos. ¿Qué más giros de tuerca puede dar? ¿Le queda algo bueno que dar? En ese derrumbe narrativo, la película se sostiene por el cast, principalmente por Florence Pugh. Su talento desmesurado para llevar adelante un personaje tan incompleto y lineal como el de Alice es lo que hace Don’t Worry Darling más llevadera y disfrutable.


Y es disfrutable. Ahí no se encuentra el problema. Es incesante en su manera de generar curiosidad en el espectador y en conocer (¡de una vez!) que es lo que oculta toda esta burbuja de perfección. Don’t Worry Darling es atractiva a la hora de presentarse y mantiene una estupenda línea visual de principio a fin – desde el acertado diseño de producción de Katie Byron para la recreación de la brillante y cómoda California de los años 50 hasta el fabuloso vestuario de Arianne Phillips como sinergia con Byron para la construcción de esta distopia.


Don’t Worry Darling acierta en el uso de la música. Por una parte, acompaña el apartado visual una lista de canciones de época – porque es muy importante volver a recodar dónde tiene lugar la historia – más o menos chillonas, mejor o peor usadas, pero en su totalidad, fáciles de encajar y que tampoco llegan a estorbar. Por otro lado, tenemos la banda sonora de John Powell, una agresiva y llamativa banda sonora que mezcla cantos e instrumental, con elementos de terror, drama y apuntes más clásicos.

Una idea mal desarrollada

Hay un momento concreto de Don’t Worry Darling donde todo cambia, donde todo se viene abajo (todavía no sé si para bien o para mal) y donde supuestamente tenemos que sorprendernos – lo admito, fue sorprendente ver como tiraban por la borda un concepto que podría haber hecho remontar la película.


Ya falta menos, esto se acaba y todavía no sabemos nada diferente a lo que se lleva repitiendo todo el rato. Los giros no quieren ayudar a resolver estas preguntas. Solo generan más confusión e incertidumbre. ¿Dónde va a acabar esto?


No es una película vacía, no nos equivoquemos. Mezcla muchas ideas y conceptos que son prometedores, que son cautivadores en esa idea que quieren desarrollar. Don’t Worry Darling consigue generar un comentario social concreto en su final. Algo confuso por cómo se presenta y cómo llegamos hasta él, pero en definitiva, concluyente y misterioso.

Lo que pasa es que todo llega tarde. Los giros, los temas a explorar, los secretos de los personajes y la explicación detrás de todo ese secretismo del Proyecto Victoria. No hay una claridad en lo que quiere contar la película, a dónde quiere llegar ni cómo quiere hacerlo.


Don’t Worry Darling es un viaje que ya hemos recorrido muchas veces con películas como El show de Truman, Déjame Salir, The Stepford Wives y A Simple Favor. Es como un episodio de Black Mirror recreando Revolutionary Road que se queda a medias. Tiene aciertos puntuales, escenas provocativas y unas interpretaciones que se acomodan con gusto a la historia. Una historia que es entretenida por mucho que ya la hayamos visto antes. Don’t Worry Darling es una experiencia erótica, excitante y cautivadora, con una presentación visual y sonora muy cuidada. Olivia Wilde sabe dirigir. Y a pesar de todo, pase lo que pase con esta película, puede estar muy orgullosa de su trabajo.

Mañana 23 de septmiebre Don’t Worry Darling se estrena en cines de todo el mundo.


– Anabel Estrella

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